Debo comenzar el presente texto con la evocación de muchas vivencias en cuanto a mi inicio en la docencia teniendo una formación distinta a ella, y relataré algunas pues fueron parte del entramado que me llevó a encontrar mi verdadera vocación: la docencia.
            En cuanto a mi perfil, soy Licenciada en Contaduría y mi primer estudio posterior a la licenciatura fue la Especialización en Auditoría Financiera.  Siempre me encantó pasar a exponer, explicarle a mis compañeros y cosas así.  Seguramente heredé ese gusto de mi familia materna, inmersa desde siempre en la docencia, sin embargo mi familia paterna siempre se ha dedicado a trabajo en iniciativa privada y desde antes de cumplir 14 años (sí, desde entonces trabajé y estudié) trabajé en iniciativa privada, ya con el paso de los años en un negocio propio y así continué hasta poco después de terminar mis estudios de Auditoría. 
            Para entonces el negocio en el que trabajaba definitivamente no era rentable y tuve que buscar opciones, pues mi situación económica era verdaderamente apremiante (y no me da pena decirlo, al contrario, fue lo mejor que me pudo pasar en la vida pues de verdad, fue la puerta de entrada para que hoy diga con orgullo que disfruto enormemente mi trabajo) y decidí buscar otro empleo. La primer puerta que toqué fue en un Colegio donde tuve la oportunidad de estudiar el Bachillerato, precisamente, un Colegio al que le tengo gran cariño y a su Directora y Dueña todo mi agradecimiento como mi Maestra, mi Jefa y mi Guía.  Ella, la Lic. Pilar me dio la oportunidad de trabajar allí no como contadora, sino como docente de Contabilidad, y con toda la paciencia fue, nuevamente para tales efectos, mi maestra, dándome todo su apoyo al enseñarme estrategias de enseñanza, técnicas didácticas, consejos … no puedo evitar mencionar que es un colegio privado de alto rendimiento en los que te exigen el doble de lo que nos exigen en los bachilleratos del sistema, en el que de cualquier forma tuve muy claro desde el principio que estaba a prueba durante un semestre, y obviamente si estaba recibiendo todo el apoyo lo menos que yo podía dar a cambio era todo mi esfuerzo por demostrar que lo merecía. 
Los primeros días fueron los difíciles para mí en cuanto a vencer los nervios frente a los alumnos, pero aún con los nervios cada día lo iba disfrutando más. Claro hubo días muy difíciles pues todos sabemos que los alumnos de bachillerato son inquietos (creo que todos lo fuimos en algún momento), y elaborar mis primeros exámenes y toda la documentación que allí me exigían fue pesadísimo no solo para mí sino también para mi Directora… y me quedé allí trabajando por casi 7 años.  De verdad me emociono nuevamente recordando todo esto, por eso supe que no podría ser breve al escribir sobre esto.
Con el tiempo y paralelamente tuve la oportunidad de entrar a trabajar a la Escuela de Bachilleres Veracruz, donde desde el inicio comencé a llevar la contabilidad escolar y con el tiempo me asignaron carga académica, primero Economía y de 2 años a la fecha también la formación para el trabajo Auxiliar Contable.  Ya de manera relativamente reciente me incorporé al turno matutino también, en la Escuela de Bachilleres R. Flores Magón, por lo que la incompatibilidad de horarios me forzó a dejar el trabajo del Colegio particular.
Pero todo esto deja una enorme huella en mi vida, en mi corazón. Para mi ser profesor es una oportunidad de compartir conocimientos y experiencias de vida con mis alumnos, con mis compañeros de trabajo, ahora con mis compañeros en este posgrado, es una oportunidad de enriquecimiento personal y, ¿por qué no decirlo? hasta espiritual...  y estoy segura de que los estudiantes se dan cuenta en el aula cuando un profesor disfruta su trabajo y cuando lo hace porque no le queda más remedio que presentarse en ella. Recordemos cuando estudiábamos, seguramente en la memoria de cada uno de nosotros aparecerán ambos ejemplos.
Hoy tengo la oportunidad de mirar tanto hacia atrás como hacia el presente, y puedo notar que comparto puntos en común con compañeros de trabajo y también de esta especialización: no sólo los temores al enfrentarnos por primera vez ante un grupo de estudiantes, también la avidez de mejorar (mediante el aprendizaje, la reflexión y autocrítica, la actualización), la importancia del trabajo colaborativo, las preocupaciones inherentes a la vida escolar, y por supuesto, muchos motivos de satisfacción como el reconocimiento de los alumnos y ex-alumnos que con el paso del tiempo, con su agradecimiento, nos muestran cómo el tiempo invertido en el aula y fuera de ella preparando las clases resultó valioso.
Y siguiendo con los motivos de satisfacción, cada vez que al término de un curso, de una clase, o hasta fuera de ella un alumno aplica algo aprendido (y escribí aplica, no “recita” o “repite”) ¿a poco no es gratificante? ¿a poco no pensamos:  ¡valió la pena! ?  Personalmente, ese es un gran motivo de satisfacción, igual que cuando leo la lista de los alumnos que ingresaron a la universidad (honestamente, sí me dan ganas de esponjarme como pavo y pienso: ¡son nuestros alumnos, claro que trabajamos en la Veracruz!).  Ser docente en este nivel nos permite apoyar a los jóvenes a subir al siguiente escalón para su formación profesional y nos obliga a mantenernos actualizados en todo sentido de modo que es mutuamente enriquecedor.
Por supuesto, no todo es perfecto siempre, también encuentro motivos de insatisfacción y ejemplifico esto cuando reconozco que suelo quejarme amargamente del papeleo: siempre cumplo con los requisitos pero, por ejemplo, en el estado de Veracruz ahora no hay grupos mixtos (larga historia) y si en la formación para el trabajo tienes un solo alumno del grupo A y los otros 40 son del B , para un alumno del A debes imprimir 3 hojas (con el impacto ecológico que esto  implica) , y detalles por el estilo –en los cuales también encuentro que comparto opiniones con mis compañeros de trabajo y de esta especialización– en su mayoría de índole administrativo y demandantes de tiempos que podríamos destinar a actividades encaminadas a una mayor y mejor productividad en el aula. Ejemplos como este son los que, de manera personal, causan cierto malestar, pero afortunadamente muy lejano de ese malestar al que se hace referencia en la Unidad 1 del primer Módulo de esta especialización. En ese sentido en particular puedo jactarme con orgullo de ser docente y de que disfruto mucho mi trabajo aún cuando mi formación y actividades laborales iniciales estuvieron totalmente alejadas de las aulas.
Reflexionando sobre mi inicio, y sobre los puntos que comparto con mis compañeros, hago consciencia sobre mi propia identidad como docente, sobre mis debilidades y fortalezas… ¿Cómo me percibo como docente? Mirar al espejo de manera objetiva no suele ser fácil, pues me lleva a reconocer que aún tengo mucho por aprender, que no soy la docente perfecta pues en ocasiones no llego a obtener al 100% los resultados deseados en el aula, pero al mismo tiempo reconozco que trabajo cada jornada por mejorar mi desempeño, buscando las mejores opciones a mi alcance para ser esa facilitadora del aprendizaje que el contexto actual me impera, y me esfuerzo por acercarme a los seres humanos sensibles que están tras cada uno de los mesabancos, por respetarlos y buscar su aprendizaje, diría Morin: “para la vida”, y resulta sumamente gratificante encontrar claras señales de haberlo logrado, así como resulta frustrante (pero también motivante) cuando descubro que aún hay un gran camino por recorrer.
Como docente, enfrento cada día, como todos los que integramos las comunidades escolares, situaciones que requieren soluciones prontas, que me instan a, precisamente, aprender y desarrollar las competencias docentes óptimas para continuar desempeñándome en el nivel medio superior, y –ya para terminar el presente– he de decir que, aún cuando la amorosidad de Freire no es una competencia docente formalmente establecida, lucho cada día para que ésta sea el eje de mi quehacer como integrante de una comunidad escolar.
 

